Durante mucho tiempo me sentí apática, solitaria, aislada. No podía ni sabía cómo acercarme a la gente. No tenía energía para mantener ningún vínculo y mucho menos para cuidar de él. Pase de llamadas y de mensajes. Me mostré desinteresada cuando lo único que estaba era perdida. Necesitaba tiempo para procesar, no podía explicar aquello que no me atrevía a poner en voz alta.

Fue una etapa totalmente distinta. Un año donde vivir en Barcelona era estar en cualquier lugar del mundo. Me sentía inexistente, incomprendida y lo único a lo que supe aferrarme fue a mí misma.

Cada día de soledad que repetí el mantra que me enseñaron mis padres:

Sentirse triste, perdido o deprimido es normal. Sentirse ajeno, fuera de lugar, incompleto es normal. Sentir (como quiera que se haga) es normal. Lo importante no es cómo nos sentimos sino qué lugar le damos a esa emoción. Cualquier sentimiento es válido y uno no debe reprimirlo, pero debemos tomar una decisión y preguntarnos: ¿Cómo elijo transitar la emoción? ¿Le preparo la cama de invitados y la dejo vivir conmigo o la observo, la trabajo y elijo sabiamente el lugar que le doy en mi día a día?

Yo entendí que el aislamiento emocional era necesario para recargar energía. Permití a mi alma llorar todo lo que necesitaba. Sabía que sólo así, cumpliendo su necesidad, ella podría ser libre. Así que le di su tiempo y espere paciente. Poco a poco volví a tener entereza, a sentirme fuerte y con hambre de vida. Baje el escudo y salí del sótano donde me había escondido. Tuve ganas de más. Más anécdotas, más esfuerzo, más compromiso. Estuve lista para dar amor y preparada para decir que necesito cariño. Supe que era muy valiente al mostrarme vulnerable en un mundo, por momentos, muy hostil.

Me siento agradecida de ver cómo la tormenta fue pasando, las nubes se disiparon y finalmente hay espacio para que el sol ilumine el campo fértil que sembré en mí todo este tiempo. Comprendí que es vital confiar y creer en el proceso, sin olvidarse que cada quien tiene sus propios tiempos. Fue larga la espera pero por fin abrí una puerta y no estoy a oscuras.

No te olvides: Lo que no florezca hoy, si lo regamos, seguramente lo hará mañana.

Bss, Maggie